EN TIEMPO DE DRAGONES
INNOVACIÓN Y MARCO LABORAL | COMbyCOM
Hacia un universo desconocido
LOS TRABAJOS DE 2037
Ricardo Ramírez
Director General – Evidentia
Hace 10 años:
- Apple daba a conocer el iPhone.
- Facebook tenía solo tres años
- Twitter lanzaba su primer Tweet
- Instagram solo era una idea
En 2007 la figura del Community Manager estaba a punto de nacer. En 2025, el 40% de los trabajos serán completamente nuevos. Se trata tan solo de dos ejemplos que acreditan cómo ha evolucionado y cómo evolucionará el mercado del trabajo en apenas unos años. Este hecho, más allá de recordarnos cómo de fulgurante pasa el tiempo, nos advierte sobre el desconocimiento objetivo que tenemos del horizonte laboral que nos aguarda y de la necesidad de adecuar de manera más eficaz las normativas laborales a estos nuevos escenarios.
El proyecto «En tiempo de dragones» analiza en este trabajo tres variables que determinan los nuevos escenarios laborables: el impacto de la red en los procesos de búsqueda y selección de empleo, el impacto de la robótica y la inteligencia artificial en la economía productiva y el desajuste que existe entre la normativa laboral y los modelos de trabajo propuestos por la economía colaborativa.
El 65% de los niños que hoy ingresan en primaria acabarán trabajando en tipos de empleos que hoy no conocemos. Si queremos una proyección más cercana: El 40% de los trabajos que existirán en 2025 serán completamente nuevos. Este ritmo de cambio se acelera gracias a los rápidos avances en los campos de la robótica, la inteligencia artificial, la biotecnología y los materiales avanzados, según el último índice anual del capital humano del Foro Económico Mundial.
En 2017, Facebook posee casi 2.000.000.000 de usuarios activos, según Statista.com, y representa la vanguardia de una revolución comunicativa en la que seguimos inmersos. Hoy el mundo es un lugar muy diferente. Los lugares de trabajo y los empleos también. El crecimiento de las RRSS ha traído consigo el nacimiento y desarrollo de nuevas funciones empresariales y puestos de trabajo en los que jamás habríamos pensado una década atrás.
NUEVAS HERRAMIENTAS, NUEVOS PROFESIONALES:
Community Manager
Los estrategas de redes sociales trabajan en lograr engagement e interacción de los clientes con los perfiles de redes sociales de las organizaciones. Además de los servicios y productos de la empresa, interesa una relación duradera con la audiencia.
Blogger
La mayoría de los millones de artículos que conseguimos en la Web son escritos por personas que se ganan la vida generando contenidos. En algún lugar del mundo, alguien se sienta y se toma el tiempo necesario para poner ese contenido en palabras.
Desarrollador de apps
La industria de las Redes Sociales necesita constantemente programadores y desarrolladores con creatividad y nuevas ideas. Las App se han convertido en herramientas esenciales de nuestra actividad cotidiana.
Entre otros ejemplos de nuevas actividades laborales, nos encontramos con que el campo de la seguridad, que resulta clave en todo desarrollo tecnológico, ha dado una nueva vida al activismo hacker, que ahora, en buena medida, se centra en encontrar vulnerabilidades de seguridad en los sistemas. Estos especialistas de seguridad del mundo real hacen que Internet sea un lugar más seguro al ayudar a corregir estos errores. Otros ejemplos son los encargados de elaborar las playlist para compañías como Spotify, el servicio de escucha en streaming más popular en el mundo, o en lo que parece un delirio del absurdo, ser maestro Pokémon. Hay un mundo de posibilidades.
La evolución de los reclutadores de empleo en la Red
La economía colaborativa empuja a transformar la legislación laboral
Fabián Valero
Socio Fundador de Zeres Abogados
Informe del Foro Económico Mundial sobre el futuro del trabajo
La Cuarta Revolución Industrial, vista desde la perspectiva personal de la directora norteamericana Marta Chierego
Desde hace algún tiempo se ha generado un intenso debate sobre las implicaciones que la robotización y la inteligencia artificial tendrán sobre el trabajo. El miedo a la destrucción de millones de empleos, a la desaparición de numerosas profesiones y a la repercusión que generará en las prestaciones de Seguridad Social, se hace cada vez más palpable. La primera revolución industrial ya mostró que la convivencia entre hombre y máquina iba a resultar compleja, tal y como el movimiento ludista y su destrucción sistemática de telares puso de manifiesto. Hoy, son Matrix y Skynet las que forman parte de ese imaginario colectivo donde la inteligencia artificial deja a la humanidad sin un futuro muy halagüeño, y donde Terminator es la máquina que en lugar de producir bienes se dedica a exterminar personas. Lo cierto es que, tras dos siglos de convivencia con las máquinas, el ser humano no se ha extinguido y la tasa de empleo se mantiene en niveles máximos históricos.
La inteligencia artificial y la robotización generarán, sin duda, cambios significativos en el mundo laboral. Provocarán que muchas profesiones desaparezcan y generarán otras nuevas. Eliminarán tareas rutinarias y mecánicas permitiendo al trabajador centrarse en los aspectos más creativos. Obligarán a cambiar la forma de percibir el trabajo y la Seguridad Social. Sin duda todo esto llegará, pero no será hoy ni mañana, sino dentro de 10 ó 20 años.
Eso no significa que a día de hoy el trabajo —entendido como prestación de servicios voluntaria, por cuenta ajena, de forma subordinada a las directrices empresariales y a cambio de una retribución estable— no se enfrente a una de sus mayores crisis, generada no por la inteligencia artificial o la robotización, sino por la denominada “economía colaborativa” y la especulación bursátil y financiera.
La “economía colaborativa” promueve el intercambio de bienes y servicios entre particulares mediante el uso intensivo de las tecnologías de la información y el conocimiento. Ahora bien, dentro de la denominada “economía colaborativa” conviven plataformas destinadas a compartir bienes —como puede ser BlaBlacar— con otras cuyo objetivo es prestar determinados servicios de forma descentralizada, tradicionalmente realizados por trabajadores, actuando supuestamente como meros intermediarios entre un particular, (cliente), y un prestador del servicio (colaborador), que encontraría su máximo exponente en la compañía Uber. Se tiende a identificar a estos colaboradores como microempresarios, personas que no quieren someterse a la subordinación propia de la empresa, que prefieren disfrutar de la libertad de trabajar cuando y como quieren usando para ello la plataforma tecnológica que se le ofrece como medio para contactar con la clientela final. Lo cierto es que estos colaboradores no dejan de ser trabajadores dependientes y subordinados de estas plataformas, en la medida en que recibirán recomendaciones de disponibilidad horaria, de trato al cliente y de uniformidad. Además, estos colaboradores no tendrán control alguno sobre el valor o precio de su servicio, que se fijará de forma unilateral por la plataforma tecnológica que, a su vez, ejercerá una fiscalización del desempeño de sus colaboradores a través de las valoraciones de los propios clientes, pudiendo expulsar y bloquear el acceso de estos colaboradores a la plataforma. Este andamiaje recuerda mucho al ejercicio del poder disciplinario de cualquier empresa.
Por su parte, la especulación bursátil provoca que el valor de muchas compañías ya no se encuentre en lo que poseen, generan o producen, sino en la repercusión financiera que producirá cualquier anuncio de estas compañías, siendo más rentable en términos bursátiles anunciar un recorte de miles de empleados que conseguir un incremento de las ventas.
Nos enfrentamos pues a una triple amenaza que erosiona con intensidad la concepción tradicional del trabajo. Tal vez ha llegado el momento de cambiar la normativa laboral sustituyendo la figura del trabajador por la de prestador de servicios para terceros, fijando diferentes grados de protección en función de la mayor o menor subordinación y dependencia frente a la empresa o plataforma para la que trabajan, pero sin olvidar que todos estos “prestadores de servicios” se caracterizan por una misma realidad, y es la desigualdad negociadora que existe entre ellos y la plataforma para la que trabajan.